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lunes, 6 de octubre de 2014

La leyenda de Acatl y Quiáhuitl



Se dice que Acapulco surge de la historia de un gran amor imposible, entre Acatl hijo de un jefe mexica, tribu nómada de origen náhuatl protegida por Quetzalcóatl, y de Quiáhuitl, hija de uno de los Señores de los yopes, pueblo indígena independiente y semisedentario, que habitó la zona de la montaña y de la costa de lo que hoy conocemos como el estado de Guerrero.

Los yopes eran hombres valientes a los que se les asocia con el uso del arco y la flecha, y que ante la intrusión de los mexicas se defendieron tenazmente sin poder evitar verse diezmados como resultado de las luchas étnicas.

Durante el tiempo en que los mexicas se establecen transitoriamente en la bahía nace Acatl hijo del jefe de la tribu, misma que tiempo después abandonara la costa en busca de nuevos lugares de casa.

Por aquel tiempo también nace Quiáhuitl, niña alegre y de buen corazón que con el pasar de los años se convertiría en una hermosa princesa de los yopes.

Cuando Acatl cumplió la mayoría de edad y con el consentimiento de su padre partió en busca de su futura esposa, en su viaje conoce a  Quiáhuitl y se enamora perdidamente de ella, sin saber que era la hija del jefe de los yopes, grupo al que su padre había humillado tiempo atrás.
El padre de Quiáhuitl, por el odio y rencor que tenía contra el padre Acatl, niega el permiso para los esponsales y maldice a Acatl, invocando a sus dioses para que lo hechizarán.

Acatl entristecido, llega sin saberlo al refugio donde había nacido y dando paso a su desilusión, sin saber que con ello se cumpliría el hechizo, lloró tanto su amargura, que las perlas incontenibles de sus ojos humedecieron su atlético cuerpo, que poco a poco se fue deshaciendo, derritiéndose completamente, para convertirse en un charco de lodo y no de sangre, del cual, como hijos de Acatl, brotaron unos carrizos.

Quetzalcóatl, furioso por el daño que le habían ocasionado a su protegido, castiga a los yopes en la persona de Quiáhuitl, convirtiéndola en una nube.

Una tarde la nube penetra por la bocana a la bahía y habiendo localizado los carrizos, hijos de su amado Acatl, la furia y celos la invaden, por lo que se arroja sobre ellos en forma de tromba, destruyéndolos y arrasándolos para morir en el lodazal y fundirse en Acatl, compartiendo así su destino.

De esta leyenda se desprenden las definiciones de Acapulco: "lugar de las cañas en el lodo", "en el lugar de los carrizos grandes o de las cañas grandes", "carrizal destruido" o "en el lugar en el que fuero destruidos o arrasados los carrizos".

Imagen:

Tehualco, situada en el estado de Guerrero, es un antiguo centro ceremonial yope, y se compone de estructuras piramidales, petrograbados y cuevas de culto al Sol, entre otros elementos arqueológicos y astronómicos.



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